Mizuki, Chisato y Takina finalmente salieron de la escuela abandonada, Mizuki había pedido a la agencia que enviara un equipo especial para revisar el dispositivo sospechoso que había encontrado Chisato, así que todo había quedado resuelto.

El silencio entre las tres se iba desvaneciendo junto a la incomodidad, estaban caminando para buscar un lugar para comer.

Mientras estaban charlando, Chisato se dirigió hacia Mizuki.

 

- ¿Ya habías tenido algún tipo de relación con mujeres? -

 

Mizuki sonrojó un poco y alejó la mirada, como siempre Chisato fue bastante directa.

 

- No, pero lo de antes me hizo replantearme algunas cosas. -

 

Mizuki no sabía si sentimentalmente hubiera podido llegar a sentir algo por una mujer, pero sexualmente lo que experimentó un momento antes fue algo muy placentero, por lo que no se negaría a volver a tener sexo lésbico.

 

- ¿Está todo bien entre ustedes? ¿No les molestó que me uniera? Lo último que quiero es causarles molestias. -

 

Chisato y Takina estaban caminando de la mano y al oír la pregunta de Mizuki se voltearon la una hacia la otra, sus miradas se veían ligeras, como si ningún pensamiento negativo gravara en ellas, asintieron a la vez y dirigieron sus miradas hacia Mizuki, para responderle.

 

- Eres como una hermana para nosotras, sabemos que no intentarías separarnos. -

 

Afirmó Takina, viendo hacia Mizuki con una expresión relajada y que transmitía cariño y respeto.

Después de cuidar de ellas, era imposible de creer que ella pudiera intentar sabotear la relación tan especial que tenían.

 

- Pero si quieres volver a unirtenos… -

 

Insinuó Chisato, riéndose y mordiéndose el labio inferior.

Cuantas más fueran, más placer podrían sentir y lo bueno hay que compartirlo, el cuerpo precioso de Mizuki también merecía un cariño especial de vez en cuando, hubiera sido una pena dejarlo intacto y frío.

Mizuki sonrojó aún más, después de tanto tiempo de castidad, lo que tuvo con las dos chicas había desatado esa libido que tanto trabajo le había costado reprimir, así que esa invitación era demasiado tentadora.

 

- Nada más avísanos y vamos a tu cuarto enseguida. -

 

Concluyó Takina, sus palabras chocaban mucho con las expresiones serias que siempre tenía, pero era una chica bastante honesta, no lo hubiera dicho si realmente no lo hubiera pensado.

De hecho Mizuki se había sorprendido bastante del cambio abrupto de Takina durante el sexo y eso la intrigaba.

De repente su teléfono volvió a sonar, así que esta vez atendió la llamada rápidamente.

 

- Hola Mika, ya salimos de la escuela, dime. -

 

- Algo se está quemando aquí, ¿Estabas cocinando? -

 

Mizuki empalideció y asintió con la cabeza, como si del otro lado del teléfono la pudieran ver.

 

- Rayos, ¡Allá voy! -

 

Colgó la llamada y saludó a las dos chicas, moviendo frenéticamente ambas manos.

 

- Se cancela la comida, tengo que correr de vuelta a la cafetería, se me quemó lo que estaba cocinando, allá nos vemos chicas, pásenla bien. -

 

Mizuki no dio el tiempo ni de contestar que empezó a correr, alejándose cada vez más de la visual.

 

- Lo cierto es que hoy vimos diferentes facetas de Mizuki. -

 

Exclamó Chisato, a lo que las dos empezaron a reír a carcajadas, esas pocas veces que Mizuki se olvidaba de algo, siempre metía la pata de alguna manera.

Las dos chicas se voltearon nuevamente la una hacia la otra, ya estaban a solas, hasta ese momento no habían tenido ningún momento de intimidad que no fuera sexo, todavía no habían intentado pasar tiempo sin ser amigas, sino algo más.

 

- Oye… -

 

Susurró Takina, bajando la mirada y columpiando su mano, la cual estaba unida a la de Chisato.

Era momento de tomar las riendas la situación y de dar un avance, después de todo Chisato lo merecía, merecía un trato especial que le hiciera entender que lo de ellas no solo era sexo.

 

- ¿Y si salimos juntas a una cita…? -

 

El corazón de Chisato se hundió en su pecho, no se esperaba que Takina le pidiera tener una cita tan pronto, no tenía muchas esperanzas de que las cosas avanzaran rápido, pero evidentemente se había equivocado, la iniciativa y el valor de Takina era de las cosas que más apreciaba.

 

- C-claro… ¿Adónde vamos? -

 

- ¡S-sígueme! -

 

Takina empezó a caminar rápidamente, jalando el brazo de Chisato. La prisa y la inquietud no eran típicas de ella, pero en ese momento la emoción prevaleció sobre su calma.

Después de unos pocos minutos, llegaron a la entrada de lo que parecía ser un jardín zen escondido en la ciudad, Takina había descubierto ese lugar poco concurrido un día lluvioso en el que vio a una señora anciana buscar a su perro extraviado, pero ese día el jardín lucía diferente.

Bajo el cielo azul salpicado de nubes blancas, una vez que las dos chicas habían entrado al jardín, empezaron a caminar por un sendero de guijarros suaves y redondeados, dispuestos en patrones cuidadosamente diseñados que invitaban a la contemplación.

El suave murmullo del agua que fluía se hacía cada vez más presente a medida de que avanzaban.

Un pequeño arroyo serpenteaba a través del jardín, alimentando un estanque donde unos peces koi nadaban con gracia.

El aroma del jardín era una mezcla embriagadora de fragancias naturales que evocaban una sensación de serenidad y tranquilidad, las delicadas notas florales llenaban los sentidos con su suave dulzura y se contraponían al aroma terroso de la tierra húmeda y de las piedras cubiertas de musgo.

 

- Es… maravilloso. -

 

Comentó Chisato, boquiabierta. No era la primera vez que veía un jardín zen pero se sentía diferente, ¿De verdad existía ese lugar de paz en esa zona tan ruidosa y caótica?

Cuanto más caminaban, más la sombra de los árboles las abrazaban y las protegían del intenso calor emitido por el sol, el cual para ese momento ya había llegado a su máximo esplendor.

Takina señaló un árbol bonsái meticulosamente podado.

 

- Me gustan los bonsái, son plantas complicadas de cuidar, hay que invertir mucho tiempo y esfuerzo para que puedan lucir así. -

 

Takina siempre sintió una fascinación hacia la botánica, en su tiempo libre le gustaba leer libros sobre el cuidado de las plantas y sobre sus simbolismos y orígenes.

Mientras caminaban, Takina reveló un lado de ella que hasta ese momento Chisato no conocía: era capaz de hablar mucho tiempo si algo la apasionaba particularmente, por lo que empezó a contarle datos interesantes de cada planta que conocía.

Su camino se vio interrumpido por el estanque tranquilo de los koi, cuyos colores brillaban mientras ellos se deslizaban sin esfuerzo entre las piedras.

Chisato se quedó observando el estanque, sus emociones fluían al igual que los koi, navegaban en el agua sin ruta pero con fuerza.

Al igual que el agua nutría el jardín y llenaba el estanque, el amor conectaba Chisato y Takina de manera espontánea y natural, confiriendo una sensación de plenitud en el corazón.

Los sauces llorones con sus ramas inclinadas hacia el estanque, estaban resguardando la intimidad y la introspección que las chicas estaban sintiendo en ese momento, mientras que las plantas alrededor, con sus formas curvas y suaves, se entrelazaban en un baile eterno de ternura y pasión.

Mientras contemplaban en silencio el estanque, Takina esclareció su voz y agarró las manos de Chisato con delicadeza, haciendo que las dos quedaran frontalmente.

Chisato podía percibir el temblor en las manos de Takina, ese momento indescriptible había causado que su respiración ralentizara, como si de alguna manera la distrajera de cualquier cosa que Takina pudiera hacer o decir, la cual la miró directamente, sus ojos destacaban en su rostro debido al rubor de sus mejillas.

 

- ¿Quieres salir conmigo? -

 

Murmuró Takina, con voz apenas audible.

Sus emociones se desplegaron como delicadas flores de loto, emergiendo tímidamente de las aguas tranquilas del estanque.

Sus palabras, como pétalos recién abiertos, flotaban frágiles en el aire, revelando los secretos guardados en lo más profundo de su ser.

Chisato se quedó momentáneamente en silencio, sus ojos oscilaban entre sorpresa y desconcierto, como si estuviera sopesando las palabras que acababan de llegar hacia ella, como si una mariposa que acababa de luchar por salir de su capullo se hubiera posado en su corazón.

Su rostro, que momentos antes irradiaba alegría y confianza, se veía teñido de una sombra de incertidumbre.

Una mezcla de emociones atravesó su expresión: sorpresa, confusión, y algo más difícil de descifrar, como un cielo tormentoso que amenaza con desatar su furia, mientras que sus ojos reflejaban un remolino de pensamientos y sentimientos encontrados.

Estaba preocupada de que las cosas no pudieran resultar bien, simplemente porque no quería arruinar su relación con ella o que se pudieran alejar en el futuro, pero sabía que tenía que vivir el presente y dejar atrás las preocupaciones infundadas.

Finalmente, un destello de comprensión cruzó su mirada, seguido de una sonrisa suave que iluminó su rostro.

Sus labios se curvaron en una tierna sonrisa y sus ojos empezaron a brillar con la intensidad del sol después de la lluvia.

 

- No puedo creer que me lo estés preguntando... Claro que quiero salir contigo, es lo que más he deseado desde que te conocí. -

 

La tensión en el aire se disipó como la niebla al amanecer y en su lugar quedó una sensación de alivio y felicidad compartida.

Las dos chicas se miraron con complicidad, conscientes de que habían cruzado un umbral importante en su relación.

Se acercaron lentamente hasta que sus labios chocaron, concluyendo en un beso.

Los labios de ambas chicas se sentían muy calientes debido al nerviosismo, los brazos de Chisato rodearon a Takina, parecía que cada movimiento estuviera coreografiado.

Sus latidos se fundieron en una danza armoniosa, como dos notas musicales que se encuentran en perfecta consonancia.

Cada pulsación del corazón era como un eco del otro, creando un ritmo único que resonaba en el silencio.

 

- G-gracias... -

 

Balbuceó Takina, su voz estaba entrecortada por la emoción.

 

- Gracias por darme una oportunidad. Te prometo que haré todo lo posible para hacerte feliz. -

 

Chisato acarició suavemente la mejilla de Takina con el pulgar.

 

- Ya me haces feliz solo estando a mi lado -

 

Susurró, su voz se sentía llena de amor y gratitud.

Al notar los lirios radiata que se alzaban majestuosos entre la vegetación, Takina sintió un cosquilleo en el estómago, como si el universo mismo estuviera confirmando la pureza de sus sentimientos. 

Sus pétalos rojos, delicadamente marcados con vetas doradas, parecían llamas ardientes en medio del verdor circundante.

A esas flores se asocian sentimientos de afecto, conexión, cuidado y compromiso hacia otra persona, eran un recordatorio de que, a pesar de los desafíos y obstáculos que podrían enfrentar en el camino, su amor era genuino y estaba destinado a florecer y crecer más allá de cualquier adversidad, de hecho sus pétalos se curvaban graciosamente hacia el cielo.

 

- Tienes algo de tierra en la mejilla. -

 

Dijo Takina, señalando con delicadeza hacia el rostro de Chisato.

Chisato se tocó la mejilla y rió.

 

- Supongo que me emocioné demasiado explorando el jardín. - 

 

Respondió, limpiándose la mancha de tierra.

 

- Este lugar se siente tan seguro y fuera de este mundo. -

 

Comentó Chisato, mirando a su alrededor, al parecer eran las únicas personas ahí en ese momento, como si todo el jardín fuera nada más de ellas dos.

 

- Así es como me siento cuando estoy contigo. -

 

Takina sonrió, sin quitarle la mirada de encima, para luego preguntarle algo.

 

- Entonces… ¿Te gusto desde que nos conocimos? -

 

Chisato sonrojó y asintió con la cabeza, avergonzada, no le daba pena sentir algo por Takina, pero se sentía demasiado ilusa por haberse enamorado tan rápidamente de ella, por lo que quiso tomarse una pequeña revancha, preguntándole algo a su vez embarazoso.

 

- Entonces… ¿Qué somos ahora? -

 

Le preguntó Chisato con ojos de cachorrito indefenso, el cual ni un zancudo se atrevería a picar.

Takina sonrojó mucho más que Chisato, esa pregunta la había tomado desprevenida. “Eso me pasa por pasarme de lanza” pensó entre sí.

 

- Somos novias… -

 

Susurró Takina, mirando hacia el piso, avergonzada. “Después del esfuerzo que hice, ¿Este es el trato que recibo?” pensó, contrayendo sus labios en un puchero.

 

- No te escuché, el ruido del agua es muy fuerte. - 

 

Exclamó Chisato, riéndose y tapándose el abdomen con los brazos, como para contener las risas, las cuales resonaban, rompiendo el silencio sin resul

tar molesto, era como si se entonaran con el gorjeo de las aves y el crujido del agua, como si esas risas siempre hubieran sido parte de ese lugar mágico.