Amanecer / Capítulo III: Confesiones

El motivo de esta novela ligera corta es abordar de manera sensible y realista la conciencia sobre el suicidio y la prevención del mismo a través de la historia de Haruka y sus amigas. La narrativa busca iluminar el dolor emocional y las luchas internas que se enfrentan en estas situaciones, así como la importancia de la comunicación abierta y el apoyo emocional en momentos de crisis. Lee el primer capítulo Silencio. Amanecer es una obra original de https://porupo.moe/
Haruka aún no estaba lista para todo lo que implicaba tras esa confesión, pero eso fue solo el principio. Los días siguientes, empezó a hablar más con sus amigas, a abrirse lentamente sobre lo que había estado guardando, aunque no podía evitar sentir una barrera invisible entre ella y el mundo. El dolor seguía siendo abrumador, pero poco a poco comenzó a sentir que no estaba completamente sola.
Una tarde, mientras estaban sentadas en el patio, Rina rompió el silencio.
"¿Sabes? Perder a alguien… nunca se supera realmente. Solo… aprendes a vivir con el vacío," dijo, sus ojos fijos en el cielo nublado.
Haruka la miró de reojo. "¿Tú lo sabes, verdad?" preguntó, su voz apenas un susurro.
"Mis padres murieron en un accidente cuando tenía ocho años," respondió Rina, sin desviar la vista del cielo. "Me crió mi abuela desde entonces. Nunca lo hablamos porque… pensé que no querías escuchar historias tristes."
Haruka bajó la cabeza. "No es eso. Es solo que… no sabía cómo hablar de ello."
"No tienes que hablar todo el tiempo," Rina le sonrió levemente. "A veces, solo estar con alguien que entiende… es suficiente."
El silencio se instaló de nuevo entre ellas, pero esta vez era un silencio que compartían, una especie de entendimiento tácito que no necesitaba más palabras.
Enfrentando el pasado
Aquella confesión había sido un paso pequeño, pero crucial. Las barreras que había construido durante meses comenzaban a desmoronarse, y por primera vez en mucho tiempo, empezaba a sentir que el peso que cargaba se aligeraba un poco. Sin embargo, la tristeza aún estaba allí, envolviendo cada uno de sus pensamientos.
Un día, mientras almorzaban en la escuela, Haruka se encontró rodeada de sus amigas. Habían decidido pasar más tiempo juntas, y aunque los silencios incómodos aún existían, Haruka comenzaba a apreciar su presencia. Nao era la que mantenía el ánimo del grupo en alto con sus bromas y comentarios sarcásticos. Yui solía escuchar en silencio, pero siempre ofrecía palabras de aliento en el momento justo. Mientras tanto, Rina y Miyu permanecían cerca de Haruka, apoyándola de forma más directa.
El mismo día, mientras hablaban sobre el próximo festival escolar, Nao soltó una broma.
—¡Imaginen si nos ponen a bailar en el escenario! —dijo, haciendo una exagerada coreografía con las manos—. Definitivamente robaríamos el show.
Las chicas rieron, pero Haruka no pudo evitar sentirse un poco distante. Sabía que tarde o temprano, el tema que la había estado rondando aparecería.
Fue Rina quien lo rompió primero.
—Haruka… ¿has pensado en volver a hablar con tu madre?
La pregunta cayó como una bomba. Haruka sintió que su pecho se apretaba de nuevo. Su relación con su madre había sido tensa desde la muerte de su padre. Su madre, So-Yun, una mujer coreana de naturaleza reservada, había lidiado con la pérdida de su esposo a su manera, desde entonces, apenas hablaban.
—No lo sé —respondió Haruka, mirando su comida sin mucho apetito—. Las cosas entre nosotras no están bien. Ella… no sé si le importo de verdad.
Nao, quien había estado en silencio tras la pregunta de Rina, arqueó una ceja.
—No creo que eso sea verdad, Haruka. —Se inclinó hacia ella, adoptando un tono más serio de lo habitual—. A veces los adultos no saben cómo lidiar con las cosas, pero eso no significa que no les importemos.
Yui, siempre calmada y reflexiva, asintió suavemente.
—Tal vez también está sufriendo —sugirió en su tono suave—. Perder a alguien importante no es fácil para nadie.
Haruka asintió lentamente. Sabía que Yui tenía razón, pero aceptar eso era difícil. Sentía que su madre la había dejado sola, tras intentarlo simplemente que su madre se había rendido con ella, y aunque entendía que la pérdida había afectado a ambas, no podía evitar sentir resentimiento.
—Tienes que hablar con ella —dijo Miyu, rompiendo el silencio con una firmeza inusual—. No puedes seguir evitando el tema. Si no lo haces, nunca sabrás lo que realmente siente.
Haruka sabía que Miyu tenía razón, pero aún así el miedo la paralizaba. Sentía que si hablaba con su madre, todo el dolor que había tratado de enterrar volvería a la superficie.
—¿Y si ella no quiere hablar conmigo? —murmuró, la voz quebrada—. ¿Y si en el fondo, ya no me necesita?
El silencio que siguió fue denso y cargado. Rina frunció el ceño y finalmente habló:
—Eso no es cierto. —Su tono era bajo, pero cada palabra estaba cargada de convicción—. No es que no te necesite. Tal vez está tan rota como tú.
Las palabras de Rina golpearon a Haruka más fuerte de lo que quería admitir. Había pasado tanto tiempo encerrada en su propio dolor, que no se había detenido a pensar en cuánto podría estar sufriendo su madre.
—Tienes que darle una oportunidad —añadió Yui en un tono suave, pero firme—. A tu madre y a ti misma. Tal vez sea lo que ambas necesitan para sanar.
Nao la miró con seriedad, una expresión poco común en su rostro normalmente bromista.
—Haruka, no eres la única que ha pasado por esto. Todos aquí hemos tenido nuestros propios problemas, pero… —hizo una pausa, su mirada cálida, pero firme—, a veces, el primer paso es el más difícil. Y tienes que darlo.
Haruka no respondió de inmediato. Sabía que sus amigas tenían razón. Pero la verdad era que el miedo la controlaba, y la idea de abrirse más, de enfrentar a su madre y los sentimientos que había reprimido, le resultaba aterradora.
—A veces creo que si simplemente… desaparezco, las cosas serían más fáciles para todos —confesó Haruka en un susurro, sus dedos aferrando con fuerza el borde de la mesa.
Miyu se levantó rápidamente y se sentó al lado de Haruka, tomando sus manos con firmeza.
—No vuelvas a decir eso —susurró, con una mezcla de determinación y desesperación—. Haruka, no estás sola. No importa lo que pase con tu madre o con cualquier otra cosa. Nos tienes a nosotras. A mí.
La sala se llenó de una calma tensa. El apoyo silencioso de sus amigas era lo único que sostenía a Haruka en ese instante, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez, solo tal vez, no estaba completamente sola.
Rina miró a Haruka, su expresión suave, pero decidida.
—Tienes que darle una oportunidad —repitió, con calma—. A tu madre, a ti misma… a todas las cosas que has dejado de lado por el dolor.
Haruka asintió lentamente, como si estuviera procesando cada palabra. Sabía que el enfrentamiento no sería fácil, pero si continuaba escapando, el abismo entre ella y su madre solo se haría más grande.
—Lo intentaré —susurró finalmente—. Voy a hablar con ella.
Nao sonrió levemente, siempre optimista, pero esta vez con un toque de ternura.
—Ese es el espíritu. Lo que sea que pase, estaremos aquí para ti.
Miyu apretó su mano un poco más fuerte, y Haruka sintió un leve consuelo, una pequeña chispa de esperanza que había estado ausente por tanto tiempo.
Conversación
Esa misma noche, después de la escuela, Haruka tomó una decisión. Sabía que no podía seguir evitando a su madre para siempre. Así que, después de una larga caminata desde la escuela hasta su casa, se armó de valor y se acercó a su madre quien estaba en el despacho de su padre.
So-Yun estaba frente a su computadora, concentrada en sus tareas. Haruka la observó en silencio por unos segundos, tratando de encontrar las palabras correctas.
—Mamá… —dijo al fin, rompiendo el silencio.
So-Yun levantó la vista, sorprendida por la interrupción. La relación entre ambas había sido tan distante que Haruka casi nunca la llamaba por ese apelativo.
—Haruka —respondió su madre, quitándose las gafas y girando en su silla para mirarla—. ¿Pasa algo?
Haruka sintió cómo su corazón comenzaba a latir con fuerza. Había ensayado esta conversación en su mente muchas veces, pero ahora que estaba aquí, no sabía por dónde empezar.
—Quiero… quiero hablar sobre papá —dijo finalmente, su voz temblorosa—. Sobre cómo nos dejó… y cómo nos hemos dejado a nosotras mismas desde entonces.
So-Yun se quedó en silencio, procesando lo que su hija acababa de decir. Haruka vio la emoción cruzar el rostro de su madre, aunque trataba de mantener una expresión calmada.
—Yo también lo extraño —dijo So-Yun finalmente, con la voz quebrada—. Pero no sabía cómo manejarlo… Y no supe cómo estar ahí para ti. Lo siento tanto, Haruka.
Esas palabras rompieron la barrera que Haruka había mantenido durante tanto tiempo. Se acercó a su madre y, por primera vez en meses, ambas se abrazaron. Las lágrimas corrieron libremente, pero esta vez, eran lágrimas compartidas. Haruka comprendió que ambas habían estado sufriendo en silencio, cada una en su propio aislamiento.
So-Yun la sostuvo con fuerza, como si quisiera asegurarse de que su hija nunca más se sintiera sola.
—Te he fallado —susurró su madre—, pero quiero enmendarlo. Quiero que hablemos más. Que lo superemos juntas.
Haruka asintió entre lágrimas, sintiendo que algo dentro de ella comenzaba a sanar. No sería fácil, pero al menos ahora sabía que su madre estaba dispuesta a intentarlo.
Ambas se quedaron en silencio por un momento, permitiéndose sentir el peso de lo que habían dicho.
—¿Por qué no me dijiste antes que también lo extrañabas? —preguntó Haruka, su voz todavía frágil—. Pensé que… que ya lo habías superado.
So-Yun bajó la cabeza, evitando la mirada de su hija.
—Porque pensé que tenía que ser fuerte por ti —confesó—. Pensé que si te veías a mí siendo fuerte, también tú podrías serlo. Pero me equivoqué, y no supe cómo romper ese silencio después.
Haruka la miró, sintiendo una mezcla de comprensión y tristeza. Nunca había pensado en cuánto su madre también podría estar sufriendo.
—No necesitamos ser fuertes todo el tiempo —dijo Haruka suavemente—. Podemos ser vulnerables juntas. Y quizás, así, será más fácil.
So-Yun asintió, sin decir nada más, pero su mirada lo decía todo. Ambas sabían que este era solo el comienzo.
Confesión
Con el tiempo, las cosas entre Haruka y su madre mejoraron lentamente. Aunque el dolor de la pérdida seguía ahí, la comunicación abierta entre ellas les permitió sanar de alguna manera. Sin embargo, había algo más que Haruka había estado evitando: su relación con Miyu.
Desde que Haruka se había abierto a sus amigas, Miyu había sido su mayor apoyo. Pero Haruka sabía que había algo más detrás de la preocupación de Miyu. Había notado las miradas largas, los momentos de tensión cuando estaban a solas, y el toque de una mano que duraba más de lo necesario.
Una tarde, mientras ambas caminaban juntas por el parque, Haruka decidió abordar el tema.
—Miyu —dijo, deteniéndose bajo un árbol—, hay algo que necesito preguntarte.
Miyu la miró con curiosidad, pero había una leve inquietud en su expresión.
—¿Qué pasa? —preguntó, aunque parecía saber la dirección que tomaría la conversación.
Haruka respiró hondo. Nunca había sido buena expresando sus sentimientos, pero esta vez, sabía que tenía que hacerlo.
—Siento que… entre nosotras hay algo más que amistad —comenzó, sintiendo cómo su corazón se aceleraba—. No sé cómo describirlo, pero no puedo ignorarlo más.
Miyu la miró en silencio durante unos segundos, y luego una sonrisa triste apareció en su rostro.
—Pensé que nunca te darías cuenta —murmuró, bajando la mirada—. Haruka, he estado enamorada de ti durante tanto tiempo, pero nunca quise presionarte. Sabía que estabas pasando por mucho, y lo último que quería era hacerte sentir incómoda.
El corazón de Haruka dio un vuelco. Miyu había estado a su lado todo este tiempo, no solo como amiga, sino con sentimientos mucho más profundos.
—No me incomoda —dijo Haruka, acercándose un poco más—. Solo me asusta… no saber si puedo corresponderte como mereces.
Miyu sonrió, pero había lágrimas en sus ojos.
—No tienes que hacerlo de inmediato. Solo quiero que sepas lo que siento, y que estaré aquí para ti, siempre.
Haruka la miró fijamente. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que podía dejarse llevar por lo que realmente sentía. Lentamente, tomó la mano de Miyu y entrelazó sus dedos.
—Vamos a ir despacio, entonces —susurró—. Pero no quiero perderte.
Y con esas palabras, ambas se quedaron bajo el árbol, sintiendo la suave brisa que las envolvía, y por primera vez, Haruka sintió que el futuro ya no era tan aterrador.
